El chico que dominó el viento

Imagen TED.com

En Píldoras de Inspiración seguimos encontrando ejemplos personales de superación. En esta última hablamos de William Kamkwamba, un joven de Malawi.

Su historia tiene grandes elementos para inspirar a los demás. No sólo por lo que logró para él y su familia, sino por el beneficio que consiguió para su comunidad.

Este joven nació en una familia pobre, cuyo principal medio de subsistencia era la agricultura. Con ello comían y generaban unos ingresos para que William pudiese ir a la escuela.

Sin embargo, diferentes problemas climatológicos causaron una gran sequía cuyas primeras consecuencias fueron una hambruna generalizada en el país y muchas muertes. En el caso de la familia de William sólo podían comer una vez al día.

Los padres ya no podían pagar la escuela. William para seguir aprendiendo, pasaba horas en la biblioteca de su pueblo. Ni siquiera tenía ordenador ni mucho menos acceso a internet.

Al igual que Kelvin Doe, nuestro protagonista empezó a interesarse por la electrónica. No entendía el inglés de los textos, pero se quedaba con la información que aparecía en los gráficos y dibujos de los libros. Autodidacta e innovador por obligación, experimentó y creó una turbina para suministrar energía a algunos aparatos domésticos.

De ahí pasó a construir un molino de viento para bombear agua y generar electricidad. El agua suponía riego para los campos y un arma muy eficaz contra la hambruna.

¿Cómo lo consiguió?

Fue a un almacén de chatarra y construyó un molino de viento con un ventilador de tractor, un amortiguador, tubos de PVC, una bicicleta y un dínamo…. Y más piezas de ese estilo.

Al principio todos, incluso su madre, le decían que estaba loco. Después, cuando vieron los beneficios del molino se entusiasmaron ¡!y mucho!!!

Esta construcción llamó la atención de los granjeros y periodistas locales. El camino a la fama de William empezó a tomar forma…

La noticia se expandió y le invitaron a participar en el evento TED Global de Arusha. Cuando William recuerda esa primera charla, menciona que, estaba muy nervioso, olvidó el poco inglés que sabía y lo único que pudo decir fue “Lo intenté, lo conseguí”.

Pero, a pesar de su nerviosismo, consiguió que varias personas financiaran su educación y le respaldaran para seguir adelante con sus proyectos de mejora de las condiciones de vida de su comunidad.

En 2013 la revista TIME le consideró como una de las “30 personas menores de 30 años que cambiaron el mundo”.

Una vez pasada la oleada mediática, William continúa sus esfuerzos para ayudar a los demás a través de diferentes organizaciones, especialmente en su localidad natal:

Ahora, en la escuela de educación primaria disponen de paneles solares y sencillas tablets para cada niño. En la escuela de secundaria, además poseen una red local de ordenadores que almacena la información académica dentro de una especie de biblioteca digital. Así, los estudiantes no necesitan conectarse on line, sino que pueden acceder a la red a través de un router.

También participó en el desarrollo de un proyecto de biogás, a partir del estiércol de vaca. Y enseñó a los granjeros cómo arreglar los pozos de agua para evitar la aparición de enfermedades por la falta de mantenimiento.

Su Fundación “Proyecto Molinos de Viento” ya celebra su décimo aniversario.

Netflix tiene disponible desde marzo la serie donde cuenta la historia de este joven valiente, innovador y con coraje para salir adelante en las peores circunstancias.

Sin duda, un gran ejemplo de inspiración …

Por último, quiero resaltar el consejo que William dio en su charla TED Oxford a todas aquellas personas que persiguen sus sueños y que soportan dificultades de todo tipo:

“Confíen en sí mismos y crean. No importa lo que pase. ¡No se rindan!”

Un joven brillante doblemente inspirador

Imagen Thnkr/Youtube

En Píldoras de inspiración comentamos la historia de un niño prodigio que, con apenas quince años y a partir de piezas de aparatos electrónicos desechados, diseñó un generador eléctrico que mejoró mucho las condiciones de vida en un barrio de Freetown, Sierra Leona.

Este joven africano de 23 años vivió en un ambiente de fama asfixiante y escapó de la maraña de adulación y compromisos del éxito para reorientar su vida.

Kelvin Doe – Youtube

Kelvin Doe nació en Sierra Leona y saltó a la fama alrededor de 2010. Hijo de una familia muy pobre recogía utensilios electrónicos desechados en los vertederos con los que pudo hacer un generador eléctrico para ayudar al poblado donde vivía. Su interés por estos aparatos y la búsqueda en libros le permitió montar su propia emisora de radio… ¡¡¡cuando tenía tan sólo 15 años!!!

Conocido como DJ Focus, emitía sus canciones favoritas y partidos de futbol.

Fue invitado a participar en el Programa de estudiantes visitantes del MIT, a dar una charla TED en Harvard, creó una empresa para construir paneles solares con wifi que llevaran internet y electricidad a los poblados de Sierra Leona, se reunió con varios políticos de renombre internacional, recibió premios….

La fama de este chico prodigio se viralizó hasta que sintió que eso lo asfixiaba y le condicionaba su propia vida. Decidió entonces… “desaparecer”

Como Kelvin contaba el año pasado en una entrevista para un canal de TV (KTVSL) de su país, desde que tenía 18 años sentía que vivía aprisionado, sin timón y empujado de un proyecto a otro. Todo sonaba grande y muy bonito, también seguramente estaría basado en las mejores intenciones… pero parecía que   condenado al fracaso desde el inicio. Aquella atmósfera era una mezcla de mito, realidad y mucha confusión para él.

De hecho, llegó a sentirse utilizado por su alto perfil mediático para vincular su caso personal con cuestiones políticas relacionadas con la mejora de la educación en África.

Decidió vivir en Toronto para conseguir una mejor educación que le ayudara en su futuro. Si no la conseguía, según él mismo decía, sólo sería un chico que encajaba piezas electrónicas con cinta adhesiva en un garaje. Su éxito sería fugaz y no tendría un futuro relevante ni podría ayudar a nadie.

Afortunadamente, Kelvin encontró un buen equipo de mentores en Canadá que le ayudaron a  encontrarse a sí mismo, gestionar sus finanzas, volver a sentirse una persona “normal”. También le facilitaron algo de dinero para sus estudios en la universidad.

Hace menos de un año Kelvin estaba preocupado por cómo podría afrontar los gastos de su formación universitaria, enviarle algo de dinero a su madre y continuar su propio emprendimiento para innovar e inventar objetos adecuados que ayudaran a los pobres de Sierra Leona. Buscaba apoyo de personas u organizaciones que quisieran hacer las cosas bien cuando “nadie miraba”. Aquellos que no querían nada de él, a excepción de poner el foco en su educación primero y quisieran lo mejor para este joven estudiante y su país.

Y ¡!lo consiguió!! Ahora está más cerca de hacer realidad sus sueños.  

Sin duda alguna, el ejemplo de Kelvin es inspirador desde varias perspectivas, no sólo por su habilidad creativa e innovadora, sino también por su humildad y la solidaridad con la que ayuda a la población de su país a mejorar sus condiciones de vida al facilitarles el acceso a electricidad e internet… Pero, muy especialmente por haber encontrado el sentido a su vida a tan joven edad, tener esa especie de “brújula interior” que le ayudó a desprenderse de la “burbuja” de la fama y reencontrar el camino para lograr sus objetivos iniciales.