La confianza, un valor intangible, cada más en alza

Photo by Riccardo Annandale on Unsplah

La confianza en una persona, en un país, empresa o institución es un activo intangible de gran calado en cuanto a su influencia y valor social con repercusión a nivel económico.

Entre las definiciones de confianza que muestra el diccionario de la RAE encontramos una que dice: “la esperanza firme que se tiene de alguien o algo”.

¿Y, cómo podemos valorar la confianza en relación con la esperanza?

Ambos conceptos en sí son abstractos e intangibles. Lo que no cabe duda, en mi opinión, es que en esta relación no existen demasiados matices intermedios.  O tenemos confianza en alguien o algo o no la tenemos.

¿Qué elementos confluyen para que tengamos o no confianza?

Claramente dos: razón y emoción.

Desde la perspectiva de la sociología, así como desde enfoques filosóficos y psicológicos, se considera la confianza como creencia u opinión sobre una persona o institución, que nos indica que serán capaces de obrar de manera adecuada ante determinadas circunstancias. Es decir, buscamos argumentación racional que valide aspectos emocionales.

Desde hace unos años estamos asistiendo a una perdida generalizada de confianza en los gobernantes, los líderes políticos, las instituciones y las empresas. Factores como la falta de escrúpulos, la ambición desmedida, la corrupción, la crisis económica, los recortes y las estrategias cortoplacistas de rendimientos grupales y económicos a toda costa, sin considerar el bienestar general y sostenible explican, entre otras razones, que la confianza, ese valor intangible tan importante para las relaciones humanas y sociales a todos los niveles, se esté perdiendo a pasos agigantados.

A escala mundial y nacional, la falta de coherencia entre lo que se dice y lo que se hace por parte de gobiernos, partidos políticos, empresas y otros tipos de instituciones es de tal magnitud que ciudadanos, consumidores, clientes, empleados y usuarios estamos desarrollando emociones como enfado, apatía, incredulidad.

En definitiva… ¡¡¡desconexión!!!

El impacto creciente de las redes sociales en la generación de tendencias de opinión y hábitos de actuación en la población ha hecho que cada vez más las organizaciones –públicas y privadas- mencionen la confianza en sus mensajes. El problema real de la falta de confianza es que las actuaciones y hechos políticos y empresariales van por un lado y la comunicación va por otro.

Según el informe KPMG de Tendencias en 2017 los activos intangibles suponían un 80% del valor de las empresas cotizadas. Aspectos como la innovación o la reputación constituyen elementos clave frente a la importancia dada a los activos tangibles, físicos y financieros.

Ahora bien, la confianza no se crea de forma instantánea, sino que debe construirse paso a paso sobre bases muy sólidas, coherentes y sostenidas en el tiempo.

La confianza es muy difícil de ganar. Sin embargo, es muy fácil de perder.

¿Qué ha ocurrido para que la confianza sea un valor cada vez más en alza?

Por algo tan simple como es la ley de oferta y demanda.

El índice de agilidad competitiva elaborado por Accenture en 2018 para medir la confianza refleja claramente que es un componente clave. Tras analizar más de 7.000 empresas durante más de dos años, se observó que más de la mitad tuvo una pérdida relevante de confianza, lo que supuso una caída de 2 puntos en dicho índice o el equivalente medio de un 5,8% en el crecimiento de los ingresos.

Vídeo de Accenture España

La gestión de la confianza, según Accenture, debe formar parte de la estrategia de negocio basada en los siguientes pasos:

  • Medir el nivel de confianza de la empresa, es decir, trasladar las opiniones a cifras.
  • Hacer de la confianza un cimiento cultural empresarial a todos los niveles desde los altos cargos directivos.
  • Considerar la confianza como ventaja competitiva sostenida a medio y largo plazo, frente a políticas cortoplacistas que ponen en peligro el crecimiento.

En definitiva, la gestión de la confianza y de la reputación se basa en un marco ético y real de valores humanos. Se trata de sembrar y mantener actitudes honestas con foco sostenido en el crecimiento y bienestar general a medio y largo plazo no sólo en las empresas, sino en el resto de instituciones de la sociedad, gobiernos, partidos políticos, …..

Sin duda alguna, ¡!hay tarea para muchos años!!

Photo by Riccardo Annandale on Unsplah

Responsabilidad y compromiso ¿ser víctima o ser protagonista?

manomundo
Imagen de CocoParisienne

La palabra “responsabilidad” viene del latín “respondere” que supone obligarse, comprometerse con algo o alguien. También responder ante un hecho por sus consecuencias y tomar decisiones son aspectos inherentes a la responsabilidad.

De este tema hablamos en la sección Coaching para ti  en el programa enComunicación de EsRadio Valencia.

Lo que está aconteciendo en algunas personas, empresas, organizaciones, en España y en el mundo en general me hace pensar. Observo algunas tendencias en que es normal echar la culpa a los demás para no asumir los errores propios. Esta actitud supone dejar la responsabilidad fuera de nosotros mismos.

Algunos ejemplos de esto los tenemos en la información publicada estos últimos días sobre las consecuencias del referéndum Brexit.

Una noticia del diario El País decía que “Los jóvenes británicos se indignan ahora. Acusan a los mayores de haber traicionado su futuro. Su franja de edad apoyó masivamente seguir en la UE, pero la mayoría no acudió a votar.

La participación fue más alta en las zonas con media de edad más elevada y algunas encuestas señalan que más de la mitad de censados entre 18 y 24 años se abstuvieron, un porcentaje que la cadena Sky elevaba hasta el 64%, mientras los mayores de 45 años votaron masivamente”.

Otro titular del mismo diario utilizaba expresamente la palabra culpa “Cameron culpabiliza a Europa de la derrota en el referéndum británico

Esto supone que la persona, la sociedad, las organizaciones, sean del tipo que sean, son “inocentes” y la culpa siempre está en el exterior, en el otro. De esta manera, la conciencia se justifica y tranquiliza por no hacer. Se asume la posición de “víctima” del destino, las circunstancias.

Ahora bien, desde la perspectiva de coaching, el cambio está en asumir que somos parte del problema o tenemos parte de responsabilidad en lo que sucede. Por tanto, también podemos ser la solución.

¿Cómo?

Asumiendo el poder sobre lo que está en nuestra mano hacer. Así, pasamos de ser “víctima” a ser “protagonista”.

Tomamos conciencia de nuestra responsabilidad sobre las decisiones y las acciones que realizamos. A partir de ahí, elegimos cómo llevar a cabo el objetivo propuesto sintiéndonos responsables de conseguirlo.

Eso es lo valioso, lo esencial del proceso de coaching porque es la persona quien toma la  decisión por su propia voluntad y no es el/la coach quien resuelve el problema.

La responsabilidad supone tomar decisiones sobre opciones que se abren en el camino de la persona, la sociedad, las organizaciones. Se es libre para elegir qué actitud tomar ante las circunstancias que se presentan.

A partir de ahí, la palabra clave junto con responsabilidad es compromiso.

Y para finalizar este post quiero compartir un breve relato chino

La campanilla

 

En el siglo X, el eminente monje Fa-Yan dirigía un templo budista donde vivía el honesto monje  Tai-Quin, que era despreciado por ser un poco descuidado.

Una vez, después de las oraciones diarias, Fa-Yan preguntó a sus hermanos de monasterio:
– Si un tigre aparece con una campanilla atada al cuello, ¿quién podrá desatarla?

Todos se quedaron perplejos. Desatar la campanilla del cuello del tigre sería una temeridad. El tigre es un animal muy temido. Es imposible que una persona pueda acercarse a su cuello para quitarle un cascabel.

Aunque pensaban y pensaban, nadie se atrevía a dar una respuesta válida.

En ese momento entró Tai-Quin, y el eminente religioso repitió la pregunta. El monje respondió:
– La campanilla debe ser desatada por quien la hubiera atado.

Esta frase se convirtió en un proverbio para el pueblo. Por eso en China la gente dice:
– “La campanilla debe ser desatada por quien la ató